El Chico del Violín - Raquel Cruz

Buenos dias,

en el libro de hoy se mezclan la pasión por la música con el amor imposible.

El Chico del Violín - Raquel Cruz

Sinopsis

Shirley está deprimida porque su novio de toda la vida la ha dejado y no acaba de asumirlo. Su amiga Karen, harta de aguantar sus lloriqueos, insiste en que salga con ella y por una noche se olvide del paquete de Kleenex. Shirley accede sin imaginar hasta qué punto esa decisión cambiará su rumbo.
John Clayton estudia en la Juilliard School, la escuela de música más prestigiosa del mundo. Trabaja como camarero en el McGee’s y toca el violín en un grupo de rock. Vive marcado por un trágico suceso, pero disfruta de una vida apacible en New York. Hasta que una noche sube al escenario y tropieza con unos bonitos ojos que parecen tocar su alma.
Por encima de todo Shirley y John comparten algo que los une: su amor por la música. Pero a veces las personas que supuestamente están más cerca de ti, son las que menos te comprenden, y ambos tendrán que vencer infinidad de obstáculos para lograr que sus sueños se hagan realidad.

Opinión

 Shirley lo acaba de dejar con su novio Eddy. Bueno, más bien él le ha dicho que necesita un tiempo y la pobre se lo ha tragado con papas porque, pobrecito él, necesita respirar un poco.c

 Su amiga Karen, harta de que se pase los dias mirando el móvil y esperando un mensaje que no llega, decide "sacarla de paseo" a un pub al que suele ir y en el que toca una banda de música cuyo violinista parece el mismísimo Thor que ha bajado de Asgard para darles un concierto.

 El violinista, John, parece que pasa de toda la jauría de lobas que se le quieren tirar encima y no se corta un pelo a la hora de soltar borderías varias... excepto a Shirley pero es que ella tampoco se le quiere tirar encima porque solo piensa en Eddy.

 Una historia de amores, desamores, lios y deslios en la que lo que nosotros queremos choca frontalmente con lo que los demás esperan de nosotros.

 Shirley, una niña de papá que estudia derecho y que va a heredar el buffete de su papaito. Perdón, mejor dicho lo va a heredar Eddy puesto que ella tiene que estar ocupada trayendo mini eddies a este mundo y gastándose el dinero de su amado esposo en compras vanas. Eso es lo que su padre, su novio y la familia de este esperan de ella... pero todo eso se tambalea la noche que conoce a John.

 Veremos la lucha de Shirley por cumplir lo que lleva grabado a fuego desde que era pequeña o lo que de verdad quiere. A veces me han dado ganas de darle cuatro gritos a ver si espabilaba pero también hay que comprender que es muy joven y se encuentra perdida y confundida.

 Por otro lado, tenemos a John, del que resulta muy fácil enamorarse cuando no está soltando barbaridades a diestro y siniestro pero que ha blindado su corazón y también tiene que decidir si sigue tan cómodo en su papel de bruto y borde o deja que alguien entre en su vida.

 Una lectura fresca, juvenil, romántica, con erotismo, a ratos divertida, a ratos te hace sufrir y pasarlo mal, con unos protagonistas que pueden pecar de infantiles o inmaduros pero nunca de ser aburridos o sosos. Aparte de todo esto, en el libro vamos a encontrar decisiones duras que hay que tomar independientemente de lo que se sienta, segundas oportunidades que vienen caidas del cielo, lo difícil que es volver a empezar...

 Para terminar, comentaros que está narrado de forma ágil, no me ha parecido que haya trozos que sobren o que estén metidos con calzador. Hay sentimientos a flor de piel, situaciones desesperantes, graciosas y que te llegarán al alma y amor por la música por todas partes.

 ¿Recomendado? ya sabes más o menos lo que vas a encontrar en el libro, ahora te animo a que lo leas y juzgues tu.

  Muchas gracias a la escritora y al club de lectura Un Libro en Cada Puerto por posibilitar esta L.C.

¿Qué opinas? ¿te ha gustado la reseña? ¿leerías el libro? Por favor, deja tu respuesta en un comentario. Gracias!

 "La lectura solo proporciona a le mente materiales de conocimiento; es el pensamiento lo que hace lo que leemos nuestro." - John Locke.